El pasado viernes 7 de noviembre llegó a Netflix la nueva adaptación de Frankenstein a cargo de Guillermo del Toro. La película, basada en la famosa novela de Mary Shelley publicada en 1818, sigue a Victor Frankenstein, “un científico brillante y ególatra que da vida a una criatura en un monstruoso experimento que termina siendo la perdición tanto del creador como de su trágica creación”.
El medio El Mercurio abordó el “paralelismo” entre la película y los científicos de la actualidad. Desarrollando la siguiente premisa:
En el libro de la escritora británica Mary Shelley, Victor Frankenstein es un científico que da vida a una criatura monstruosa que luego abandona, desencadenando una serie de consecuencias devastadoras que ni él mismo es capaz de contener. La historia publicada en 1818, vuelve a cobrar fuerza hoy, no solo por el éxito de su reciente adaptación en Netflix – película que está entre el Top 10 de las más vistas en Chile y el mundo – sino también porque plantea una pregunta atinente a esta era: ¿hasta qué punto los creadores deben hacerse cargo de las innovaciones que ponen en el mundo?
Frente a este escenario, Marcelo Mendoza, académico del Departamento Ciencia de la Computación de la Escuela de Ingeniería UC e investigador del Centro Nacional de Inteligencia Artificial & del Instituto Milenio Fundamentos de los datos, fue consultado, apelando a su expertiz en Inteligencia Artificial, Agentes inteligentes, Regulación y Desinformación.
“Mucho tiene que ver con el uso que hacemos de esta. En la actualidad, la utilización del hiperrealismo en la producción de contenido sintético es de potencial uso en campañas de desinformación. En ese sentido, quien tiene la mayor responsabilidad no es necesariamente el desarrollador, sino quien usa esta tecnología con un fin para el cual no fue diseñada”.
De hecho, se destacada que para Marcelo Mendoza, la regulación es otro componente clave en este tipo de innnovación en tecnologías o creación de contenido con IA.
“La normativa e los aspectos regulatorios tienen una dinámica que les impide ir a la par de los avances tecnológicos. La ley llega siempre después de la tecnología”. “Soy pro innovación. No me parece que debemos limitar la investigación y el desarrollo tecnológico. Sí me parece adecuado diseñar espacios seguros de investigación, en los cuales los potenciales efectos de la tecnología sean observables y controlables”.
